El coronel y el robot
Olvídese del perro. El nuevo mejor amigo del hombre ahora es el robot. Corrección: el mejor amigo del soldado es el robot. Pero no es solo porque los robots en los campos de batalla sirven de espías en agua, mar y aire, son conejillos de Indias, salvan vidas y cuando toca, también matan al enemigo. Sino que últimamente, las máquinas inteligentes están teniendo un interesante efecto entre sus amos y guardianes.
Muchos de los soldados encargados de trabajar con inteligencia artificial han desarrollado fuertes lazos emocionales con sus robots. Un fascinante artículo de Joel Garreau publicado en el Washington Post menciona soldados que le dan a sus robots que desactivan bombas medallas tales como el Purple Heart cuando son víctimas de una explosión. Otros soldados hablan de la personalidad de su robots como si se tratara de su mejor amigo, y aun otros que les dan "sepultura" con todos los rituales -y lágrimas auténticas- del caso.
Escribe Garreau:
“En el campo de práctica de Yuma, en Arizona, el robot autónomo de metro y medo de largo hecho siguiendo la anatomía de un ciempiés, trabajaba divinamente, dice Tilden. Cada vez que encontraba una mina se paraba encima con una pata, que perdía en la explosión. Entonces se reajustaba y continuaba moviéndose hacia delante con las patas que le quedaban, siguiendo una ruta a través del campo minado. Finalmente sólo le quedaba una pata, y aun así seguía adelante. Tilden estaba encantado. La máquina era una maravilla.
Pero entonces, el humano encargado del ejercicio -un coronel del Ejército- se molestó y ordenó detener la prueba.
¿Por qué, hay algo mal? preguntó Tilden.
El coronel no había podido aguantar la agonía de ver a la máquina quemada, destruida y malherida arrastrándose sobre su última pata.
La prueba, sentenció el coronel, era inhumana”.
Bill Gates predice que en un futuro cercano los robots serán tan parte de nuestras vidas como lo es hoy una PC. Quizás todos terminemos como el coronel, sucumbiendo al amor robótico. Yo por lo menos, suspiro por C3PO.
El artículo de Joel Garreau está en:
http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2007/05/05/AR2007050501009_pf.html
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