Campamento de supervivencia antártica
El campamento es una experiencia inolvidable que consiste en aprender a fabricar un iglú de emergencia, erigir una pared de bloques de hielo a punta de serrucho (para evitar que el viento arrastre las carpas), reparar una estufa de campaña en tiempo récord antes de que los dedos se gangrenen, recordar el nudo de bolina y otros bastante más complicados, operar los radios de onda corta y fabricarse una antena para llamar al Polo Sur, con varias personas sosteniendo un largo cable en los brazos. Eso, en el salón de clase, con una taza de chocolate caliente en la mano, está bien. Pero al otro día, a 50 km de allí, cuando “la profe” lo bota a uno sobre un glaciar desolado y se va en su tractorcito noruego Haglund con un “see you guys the day after tomorrow”, nos vemos pasado mañana, se torna de otro color. Y cuando Mauricio me dijo “yo no he acampado nunca en mi vida” (¿?!!!!@#!!?) ese color subió de tono.
El iglú de emergencia no es hecho a base de ladrillos como los de las tiras cómicas o el del esquimal Nanook del Norte. Este es más bien una colina de nieve que uno apila sobre las bolsas de dormir, apaleando nieve (¡más fácil decir que hacer!) que se comprime y se endurece, formando el techo de una cueva. Luego sólo hay que abrir un hueco en la ladera, sacar los bolsos de dormir y aplanar la nieve en su interior. Dormir allí dentro fue una experiencia surrealista porque en el día eterno del verano antártico la luz del sol se filtraba por entre el hielo, dándole al iglú-cueva un extraño tono verde azulado. Estoy convencida además de que sentimos menos frío que quienes durmieron en las carpas.
La pared de ladrillos, en cambio, si había que hacerla con bloques de hielo sacados del suelo como si se tratara una cantera congelada. A mi me encargaron de que la pared estuviera erigida en menos de cuatro horas. Parecíamos egipcios, rodando bloques de hielo en un trineo y después montándolos unos sobre otros sin dejar espacios entre ellos. Creo que el resultado final fue satisfactorio. Tanto, que nos sobró tiempo para construir un toilet de hielo (que desafortunadamente no tenía plomería, así que no se podía usar).
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