La travesía
Hoy volamos acompañados de otras cien personas, entre infantes de marina, obreros de construcción que están terminando de construir la estación Elevada Amundsen-Scott en el polo sur, y científicos que van a sus respectivos campamentos de investigaciones. Los infantes van a McMurdo para ayudar a descargar el buque contenedor que partió de California hace varias semanas, y que lleva las provisiones para todas las bases y campamentos remotos antárticos de EE.UU. para todo el año.
El vuelo hasta la Barrera de Hielo Ross, una lengua blanca del tamaño de Francia y cien metros de espesor (ver mapa en comentario anterior), toma cinco horas y media. Nos dan bolsas llenas de emparedados, manzanas, chocolates y maní: para un vuelo tan corto, hay comida como para un día entero. Pero nos urgen a que la consumamos: “de ahora en adelante deben acostumbrarse a consumir unas 5.000 calorías diarias”, nos dice un geólogo. “porque el frío le roba al cuerpo una enorme cantidad de energía sin que se den cuenta”.
Apenas voy por la mitad del emparedado cuando miro por la ventana: ¡Icebergs! Pequeños al principio, parecen cuadritos y triángulos sueltos sobre el agua azul oscura. Pronto se van agrandando y media hora después, ¡el borde de la Antártida!
Fotos: la gigantesca cabina del C-17; la Barrera de Hielo Ross nuestro punto de aterrizaje.
1 comentarios:
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