Conozco personas cuyo sentido de orientación es tan terrible, que no pueden salir a la calle sin un GPS mecánico o humano, que les indique dónde queda qué cosa. Menos aún, pueden señalar la Constelación Gemini. En cambio hay avecillas que pesan un tercio de onza, capaces de navegar de un continente a otro guiándose por las estrellas, los campos magnéticos de la Tierra, marcadores geográficos, olores, y otros métodos de orientación –sin necesitar instrucciones de sus padres. Ellos tienen su propio GPS interno –esos que no requieren pilas.
Pero un grupo de investigadores en las universidades de
Princeton, Oxford y
Oldenburg descubrió algo aun más interesante:
que las aves migratorias tienen además un compuesto de proteínas en sus retinas que actúa como una brújula fotomagnética. Cuando se la ilumina con la luz azulosa típica del anochecer, la molécula, llamada CPF por sus siglas, sufre una reacción química que produce otro compuesto que es sensible a la magnitud y la dirección de un campo magnético débil. Y esa reacción química hace que dos electrones giren en direcciones opuestas, obligándolos a alinearse y a proveer una locación fija que ayuda a las aves a encontrar el rumbo hacia el norte o hacia el sur.
Es como tener enfrente esa pantalla de los aviones de combate, que en el caso de las aves les “pinta” en la cabeza la orientación de las líneas del campo magnético de la Tierra. Unas 50 especies de animales que van de aves hasta insectos y reptiles, usan el campo magnético natural para navegar. Y se llama “débil” porque apenas produce de 30 a 60 millonésimas de tesla. Ahora compárelo con el magnetismo producido por los escaners para imágenes de resonancia magnética (MRI), que van de 1.5 a 3 tesla. Aquí está el informe de la
National Science Foundation.El problema con el campo magnético débil natural de nuestro planeta es que es el mismo nivel de magnetismo producido por cosas hechas por la gente, tales como los cables de la electricidad pública y los equipos de comunicaciones…los cuales tienen el enorme potencial de echar por tierra la navegación animal.
Todo este asunto del magnetismo y la navegación es genial, y hace rato que sabemos de ello. En 1975 se descubrió que incluso hay bacterias que tienen una cadena de 20 imanes alineados dentro de sus diminutos cuerpos. Son partículas de 50 millonésimas de metro, 1,500 veces más delgadas que un cabello. Y ayudan a las bacterias a navegar en sus pequeños charcos. Desde entonces, los científicos han hallado partículas magnéticas en moluscos, mariposas, tortugas marinas, salmones, delfines, ballenas de barbas, abejas, y desde luego, en palomas mensajeras.
Pero resulta que esos imanes también pueden crear un caos dentro de los animales migratorios.
En el 76 un ecólogo sueco descubrió que las aves migratorias se confundían terriblemente cuando volaban encima de un “chichón” muy conocido en el campo magnético del planeta. Ese chichón es un depósito de hierro de 12 kilómetros de ancho y dos de hondo que hay en Norberg, en Noruega. ¡Y los pobres pájaros aún se ven forzados a realizar aterrizajes de emergencia!
Alguien debería colocar un letrero de advertencia:
“Peligro: Chichón magnético a 50 kilómetros. Palomas, usen desvío a la derecha. Gorriones, utilicen el corredor aéreo B. Gavilanes, manténgase a bajas alturas”.
1 comentarios:
Ya quisiera yo ser ave para no perderme...
Es alucinante como se especializa la vida, en cosas tan sencillas como estas. Me maravilla siempre...
Gracias por tu artículo, me ha gustado tanto como el del corazón.
Saludos.
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