Uno pensaría que en el abismo, donde hay relativamente poca comida, cualquier oportunidad es ávidamente aceptada por un pez hambriento, sin miramientos. Aunque esa es la norma por lo general, aun existen algunos peces que se hacen de rogar, y que prefieren no comerse a sus congéneres fallecidos. Por lo menos eso fue lo que demostró un interesante
estudio, que siguió los modales de mesa de un pez llamado Pacific grenadier.
Una interesante explicación de por qué el animal evitó comerse a sus congéneres fallecidos o moribundos en una jaula, refleja una adaptación para evitar situaciones potencialmente peligrosas tales como hábitats fisiológicamente peligrosos, animales enfermos o situaciones donde podría haber depredadores.
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