Es un mundito rojizo con una mancha clara en
forma de corazón. Un planetita de apenas 2,370 kilómetros de diámetro, que
cabría holgadamente entre Bogotá y La Paz. Está acompañado de cinco satélites
naturales, con los que forma su propio mini-universo, allá donde en el colegio
nos decían que acababa nuestro Sistema Solar.
Pero sucede que esa lejana esfera de roca y
hielo no solo abre la puerta a una nueva clase de planetas, los planetas enanos
(que algunos prefieren llamar ‘menores’), sino que está redefiniendo nuestro anticuado
concepto de la arquitectura del Sistema Solar en que vivimos. Gracias a lo que
nos está enseñando, Plutón, a quien alguna vez herimos en su amor propio al
cambiarle de estatus, es ahora objeto de nuestro renovado ‘amor plutónico’.
En efecto, las imágenes enviadas por New
Horizons hace unos días están demostrando por qué la NASA es la mejor marca-país
que tiene Estados Unidos: de la noche a la mañana transformó lo que durante
décadas fue una bola pixelada, en un mundo real, lleno de complejidad, diversidad
y textura, con el potencial de cambiar paradigmas.
Lee el resto de la nota en EL TIEMPO de hoy.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio